Seguro, queridos lectores, que la entrada de hoy les descoloca un poco ¿verdad?. ¿Qué tendrá que ver el Santuario de la Virgen de la Peña con el Congreso de los diputados?. En primer lugar, es necesario contextualizarnos en el siglo XVII, ¿sabían que por aquel entonces había en Calatayud tres colegiatas?, pues sí, a saber: la de Santa María La Mayor, la del Sepulcro y la de la Peña. La última, estaba atendida por unos canónigos de la Regla de San Agustín que habían olvidado su vida en comunidad anterior para
llevar una existencia mucho más «relajada». Éstos habían abandonado sus antiguas celdas junto a la iglesia para vivir muchos de ellos en unas casas (que todavía se llaman casas de la Peña), al pie de la cuesta de subida al santuario, junto a su servidumbre. Otros habitaban casas en otros puntos de la población. Este dispendio hacía que los ingresos no fueran suficientes para el sostenimiento de su templo por lo que el culto había decaído sobremanera. A estos buenos canónigos se les ocurrió la brillante idea de unir sus rentas a la Colegiata de Santa María para justificar una secularización (es decir, que no vivían en comunidad), que ya hacía años que se había llevado a cabo. A la Colegiata de Santa María le satisfacía esa unión porque eso ampliaba su posibilidad de ser erigida en Catedral, una dignidad que llevaban años reivindicando y que nunca se llevó a cabo. En medio de estos intereses creados surge la figura de Felipe Gracián, pariente del escritor barroco Baltasar Gracián, que había sido nombrado sacerdote en los Clérigos regulares menores de San Francisco Caracciolo, congregación que se dedicaban a la predicación y a la brillantez del culto al Santísimo Sacramento. Gracián era de Calatayud y había llegado a su patria para cantar su primera misa (es así como se decía antes el oficiar su primera Eucaristía). Al ver la posibilidad de fundar dentro de la población se pone en contacto con su hermano de convento Félix de Santillana, llamando a las puertas de los Canónigos de la Peña y de otras familias y personas principales para poder administrar el culto de la excolegiata. No todo fue un camino de rosas, si quieren lo podemos ampliar en otro capítulo por lo complicado del asunto. El caso es que en este periodo en que tan pronto obtenían un sí o un no, los clérigos, llegados de Madrid, se aposentaron en una celda perteneciente al prior, que se encontraba en una de las torres de la iglesia de la Peña (sí, antes tenía dos en su fachada), mientras obtenían todos los permisos necesarios, entre ellos los de los propios Canónigos que no veían el asunto del todo claro. Corría el año 1632.
Como era natural, los nuevos Clérigos menores, no poseían objetos de culto para poder llevar a cabo su
misión, y tuvieron que pedir prestado a sus hermanos de Madrid unos «ornamentos y alhajas» que llegarían, entre otros lugares, de su convento del Espíritu Santo de la capital de España. El convento del Espíritu Santo se acababa de fundar hacía pocos años en Madrid por el mismo San Francisco Caracciolo, y terminaría siendo uno de los mejores de la villa, con una iglesia muy capaz y un gran edificio conventual. Éste se situaba en la Carrera de San Jerónimo. El templo, después de muchos abatares sufrió un incendio en el año 1823, y después fue desalojado de sus habitantes en el periodo de la desamortización. Al quedar el edificio vacío en 1834, éste se dedicó a salón para acoger las Cortes generales, por la reina María Cristina dejando una iglesia barroca con un curioso pórtico de entrada imitando una arquitectura clásica, como intentando eliminar toda similitud con un templo católico, que resultaba muy chocante. Al final, en 1843, se decide la demolición de edificio ya que «amenazaba ruina» , construyéndose el edificio que todos conocemos actualmente, inaugurado en 1850 por Isabel II.
Al final los Clérigos Regulares menores obtuvieron el permiso para permanecer en nuestra ciudad. En la iglesia de la Peña todavía se conserva el altar de San Francisco Caracciolo, para que no olvidemos la afiliación que tuvieron estos frailes al Santuario durante más de doscientos años. Las vestiduras del santo son las mismas que las que lucían sus clérigos, que abandonaron la población también en el año 1836, durante la desamortización antes indicada. Aunque sea una mera anécdota no deja de resultar curiosa la relación entre la iglesia de la Virgen de la Peña y el Convento del Espíritu Santo que pasaría a ser, al cabo de los años, el Congreso de los diputados. Otro día ampliaremos otras curiosidades relacionadas con el Santuario de nuestra patrona. Muchas gracias.
(Los grabados han sido tomados de www.madridhistorico.com y madridhaciarriba.blogspot.com, si existe algún problema con su reproducción no duden en ponerse en contacto con el autor.)