Seguro, queridos lectores, que si ahora les pregunto dos o tres lugares característicos de la capital de
España me responden con prestancia que la Cibeles, la puerta de Alcalá o la Gran Vía entre algunos otros. Pues bien, no andan mal encaminados, poque precisamente va a ser en uno de estos lugares en el inicio de la cosmopolita Gran Vía en su cruce con la no menos castiza calle de Alcalá, donde hoy se va a detener «La Sobresaliente» para ofrecerles una curiosidad de esas de las que tanto me gusta hacer gala. No, no se crean que la cosa va de chotis en ladrillo o de claveles reventones en el mantón de una chulapa, la cosa va de iglesias, en este caso la de San José. ¿Sabían ustedes que la primera construcción que se demolió para la construcción de la futura Gran Vía fue precisamente la «casa del cura» de esta añeja parroquia del centro de Madrid?, pues sí, ¿ y sabían que la hoy parroquia de San José era la antigua iglesia del convento de San Hermenegildo de los Carmelitas descalzos?, pues también; bueno, y la siguiente pregunta ya es de «Sobresaliente» cum laude: ¿Qué personaje histórico bilbilitano fue un importante Carmelita descalzo?, pues claro, el olvidado Venerable Ruzola o Fray Domingo de Jesús María.
Creo que es cosa común en los españoles no ser muy afecto a las glorias de su tierra, y mucho menos si se trata de honrar las figuras de personajes ilustres como este Ruzola, famoso en el pasado y del que hoy ignoramos casi todo. En algunas ocasiones, en mi blog, he hecho mención de las virtudes de este religioso, y esta no va a ser la última vez que lo haga desde luego. Este paisano nuestro de Calatayud nació a finales del siglo XVI en la plaza del Olivo, donde hoy se alza el oratorio de Nuestra Señora del Buen Parto, en principio entró en la orden del Carmen Calzado para luego pasarse a la nueva reforma impulsada por Santa Teresa de Jesús. Se codeó con los más importantes personajes de su tiempo, como lo sería el rey Felipe III y su esposa Margarita de Austria, que viendo la fama de santidad que le rodeaba lo quiso tener cerca en su corte de Madrid. A Ruzola se le debe el impulsar precisamente la nueva planta del convento de los Carmelitas descalzos de Madrid, en una zona antes rodeada por huertas como era la de la calle de Alcalá. Es pues en las pechinas de este templo, antes reseñado, donde se encuentra representado nuestro Venerable a los lomos de un caballo aconsejando y alentando al Duque Maximiliano de Baviera en su
lucha contra los protestantes de Bohemia, en la famosa batalla de «la montaña blanca». A él se le atribuyó la victoria que conduciría a la reconquista de Praga para la causa católica,¿Sorprendente verdad?. Porque todo hay que decirlo, no sólo Ruzola conoció y trató a tres Papas, sino que fue requerido por varias cortes europeas como la de Flandes, Francia, Génova y la del emperador de Austria en la que murió. Muchas y muchas más hechos de su vida merecen ocupar un rincón en este vuestro blog. Si algún día van a Madrid y quieren enorgullecerse de los logros de uno de nuestos paisanos entren a la iglesia de San José, y deténganse en este oasis de paz en medio del bullicio de la gran urbe, allí Domingo Ruzola les contemplará desde las alturas de su vistosa cúpula.