Capítulo II

porque las cofradías, gremios y parroquias de Calatayud, pugnaban por honrar a sus santos casi a diario.
Silvestra había salido a sacudir las sábanas que había utilizado el último de sus huéspedes; a veces, no se molestaba ni en acercarse a lavarlas a la acequia cercana,
-«total para qué», murmuraba muchas veces.
La rutina parecía seguir con su monótono compás en aquella mañana de otoño, sólo los gritos de algunos chiquillos parecían romper la calma de aquellas horas tempranas.
Cuando más afanada se encontraba en sus labores, Silvestra sintió tras ella la presencia cercana de alguien, y esta vez no podía ser uno de sus inquilinos, pues el más reciente acababa de irse harto ya de su mal carácter y de su comida mezquina. Ella se volvió un tanto inquieta, como si notara algún extraño peligro y allí estaba Sebastián Blasco, nuestro estudiante, con los ojos fijos en los suyos, con esa mirada esquiva y oscura que habitualmente asomaba bajo su viejo sombrero. Silvestra al principio se mostró asustada pero no quería parecerlo por lo que le espetó un seco:- «¡¿Qué quiere usted?!». El estudiante no se alteró lo más mínimo, ni una de sus facciones podría alterarse ni con el ruido más ensordecedor; ella lo notó, veía en él un rostro duro a pesar de su edad joven.

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Iniciando nuestra andadura ¿qué es "la sobresaliente"?
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Con estas cosas Calatayud es un poco más monumental. La calle de la Rúa.
Comments (4)
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Ya sabes que hay existencias marcadas por el dolor y la tristeza, querida Mónica.
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Muchas gracias por leerlo y comentarlo. Un saludo
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Silvestra tiene un comienzo trágico pero, por el título del relato, auguro un futuro muy negro a Dña. Beatriz…
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No habrá que esperar mucho para conocer el negro desenlace…