Seguro que muchos de vosotros, al pasar por la plaza de Santa María, habréis escuchado las frases de admiración de nuestros visitantes al contemplar la portada de la Colegiata. Desde luego no es para menos. Esas finas labores esculpidas en el alabastro por las sabias manos de Juan de Talavera y Esteban de Obray, descubren ante nuestros ojos esa sensación que sólo experimentamos ante las cosas realmente bellas. Ya decía Platón que «si hay algo por lo que vale la pena vivir, es por contemplar la belleza».
No sólo nosotros, personas más inquietas culturalmente hablando, sabemos valorar ese esplendor artístico que se muestra ante nuestros ojos, también nuestros antepasados lo apreciaron e incluso supieron sacar de él una leyenda que aún a día de hoy aparece reflejada en los libros de historia. Os invito a que un día os detengáis frente a este imponente monumento y atisbéis cada uno de los detalles que encierra: sus grutescos, sus ángeles perfectamente trabajados, las imágenes de María y también los dos santos que flanquean la puerta de entrada… son San Pablo y San Pedro. El primero más frío, más distante, con esa perfección de la escultura tan bien trabajada. Por otro lado San Pedro con las llaves del cielo. Su cara, dotada de una expresividad fuera de serie, parece que va a aprovechar para hablarnos en cualquier momento. Así debieron pensar nuestros abuelos cuando afirmaron con inocencia que el excelso rey Felipe II se había prendado de su belleza y su pulcritud, hasta el extremo de haberla querido llevar a adornar su obra más magnífica: el monasterio de San Lorenzo del Escorial. Quizá pudiéramos imaginar al bueno del monarca sentado a los pies de San Pedro …pero sólo en nuestra imaginación, pues el monarca jamás pisó las tierras bilbilitanas en calidad de rey, pero sí como príncipe acompañando a su bellísima madre la emperatriz camino de Barcelona. También lo hizo su hijo, el futuro Felipe III o incluso su secretario Antonio Pérez refugiándose en el convento de San Pedro Mártir pero eso dará lugar a otra entrada de nuestro blog.
Como siempre , fantástico Carlos. Hay magia en tus relatos,nos llevan a ese momento que describes, al leerlo,parece que vivo en esa época..
Muchas gracias a ti Piedad por tu comentario. A mi me encanta transmitir mi amor por Calatayud. Un cordial saludo