El problema de la conservación de nuestras aragonesas «torres» o casas de campo, es quizás aún más doloroso y vergonzoso que el de nuestros cascos históricos. En los últimos años hemos visto como, sin remisión, van cayendo una a una construcciones centenarias y de gran valor histórico, como la llorada «Torre del Carmen», de la que nos ocuparemos en otra entrada, pero ya sin foto que la ilustre.
La «Torre de Anchís», es quizá uno de esos casos, en los que la desidia, el abandono, la rapiña y la falta de respeto todavía no han conseguido tronchar sus recios muros, aunque, como verán mis lectores, les queda bien poco de vida. Aún recuerdo en mi niñez los juegos alrededor de sus paredes o el comentario de mis amigos en la adolescencia al pasar a su lado, «la paridera» la llamaban, y desde luego no era para menos porque para esos menesteres, aparte de corralón de inmudicias, es para lo que sirve ahora. Yo siempre he creído que en otros países más civilizados, restos de este calibre, se hubieran protegido, exhibido, explotado…pero no aquí, y eso que el lugar es idílico, situado a los pies de nuestras ruinas de Bílbilis, bordeado por nuestro querido Jalón…. Para algunos antiguos escritores, aquí estuvo la famosa huerta de Marcela, donde Marcial pasó sus últimos años lejos de la añorada Roma, testigo de su su fama; no sin falta de razón el sarcástico bilbilitano alababa ésta por lo frondoso y nemoroso de su paraje. Los que sí vieron posibilidades de retiro, contemplación y paz fueron los frailes mercedarios que lo tomaron como casa de descanso hasta los aciagos días de la desamortización. Hasta hace pocos años, en sus muros, todavía podía verse el escudo de la orden mercedaria, cuyo convento también fue destrozado en la guerra de la Independencia a manos tanto de españoles como de franceses; y cuyo uso dio lugar al nombre, y posterior solar, de nuestra querida Plaza del Fuerte, al transformarse en cuartel, para pasar a ser derruido en los años treinta del siglo pasado.
En la posesión de Anchís, los frailes mercedarios, llevados por la cercanía de las ruinas de Bílbilis y por el aprecio cada vez mayor de la antigüedad romana, dedicaron algunas estancias de este caserón a improvisado museo, es más, incrustado en los muros exteriores aparecía una antigua lápida sepulcral romana con la siguiente inscripción:
L. CORNELIVS
PHILOMVSI
L.. SAMIVS
AQVENSIS
H. S. E.
Esta lápida podemos hoy contemplarla en el museo de Calatayud, eso sí, en el mismo lugar para el que fue concebido, queda un modesto reloj de sol que hace bien en haber perdido su varilla ya que nadie que llegue por esos parajes necesita conocer esa hora anclada en los siglos de antiguos esplendores.
La ermita, como no, estaba dedicada a la patrona de la orden, la Virgen de la Merced, y su imagen había sido traída de Italia, en sus muros colgaban cuadros de santos mercedarios y tenía misa los días festivos. Su campanario y sus molduras aún se conservan, lástima que no se pongan en valor antes de su pérdida definitiva. La ermita posee además un pequeño ábside semicírcular que curiosamente recuerda a las formas romanas más modestas, quien sabe. También se ha hablado de que estos parajes podían ser la antigua necrópolis o cementerio romano de la vecina Bílbilis. Lo que sí podemos imaginar, y no nos costará mucho, es la ermita abierta, los frailes con sus hábitos blancos paseando o haciendo sus labores en silencio, un atardecer de verano, el incienso subiendo por el rico altar de la capilla, el sonido de los árboles movidos por la brisa…todavía estamos a tiempo de recuperar, aunque sea, un poco de todo aquello, por soñar, que no quede.
Se que e sun poco tarde efectuar esta entrada pero la lapida de Philomuso se encuentra en el Museo de calatayud desde que fue arrancada de la apred para evitar su expolio.
Muchas gracias por su comentario. La verdad es que desconocía ese dato y me alegro mucho de que no se haya perdido ese documento excepcional. Es más, el otro día tuve la oportunidad de contemplarla pero no caí en cuenta, me chocó el término «Aquensis»: de Alhama de Aragón, claro. Aprovecho para aconsejar a todos los bilbilitanos y visitantes, que se acerquen al museo de Calatayud, es una verdadera maravilla. Un cordial saludo.