Nuestros abuelos sabían divertirse, siendo ellos, los del sexo masculino, los que tenían más posibilidades de franca «expansión». En Calatayud, como capital de importancia, siempre había lujosos salones atendidos por bellas señoritas como el Parisiana en la Calle Dato 21 (hoy Rúa de Dato). Entre sus cortinas de terciopelo, los bilbilitanos de los años 20 alternaban sus copas de coñac o pipermín, con los acariciadores ojos de alguna «chula tanguista». El tango estaba de moda y los amoríos, como no, también. El Parisiana se alzaba donde hoy se encuentra la tienda de muebles Navarro, siendo éste bar ya un lugar de cierta categoría. Otros templos de la sicalipsis se alzaban en el castizo barrio de Tenerías y en sus aledañas calles del Buen Aire y San Antón.
Ya se ve que, por los menos en el Parisiana, los señores podían disfrutar de bellas señoritas seleccionadas entre los principales cabarets nacionales y extranjeros. Eran otros tiempos y las cosas se vivían de otra manera, pero qué pena que hayan pasado ya de moda aquello de los café-cantantes (sin bellas damiselas por supuesto) y tengamos que morir al palo de alguna música estruéndosa e impersonal, que entre penumbras, nos impiden el sano arte de la tertulia. Ahí lanzamos el guante para quien quiera recogerlo.