María era la más nerviosa de las tres amigas, y la que tenía el sueño más ligero, por lo que no era raro que fuera la primera en desperezarse. Cuando lo hizo se encontraba desubicada. Quizá estuviera soñando en ese momento pero juraría que había oído un sonido no muy habitual a esas horas de la noche: el tañer de una campana. Cuando abrió el ojo se dio cuenta que las tinieblas parecían haber engullido todo su alrededor; sentía a su lado el abrazo cálido del sueño de sus amigas, que contrarrestaba con un frío muy intenso, pero era lo único que le resultaba familiar. Era como si un gran apagón hubiera dejado sin luz toda la plaza del Fuerte, bueno, incluso todo Calatayud.
Nuevamente, un claro ruido de campana volvió a manifestarse en medio de esa pesada tiniebla. En esta ocasión, lo que al principio parecía un producto de una ligera pesadilla, parecía tornarse real. María se pellizca, no puede creerse que esté despierta: ¿qué sería todo aquello?. El miedo hace que empiece a empujar nerviosa a sus dos amigas, ellas le podrán sacar de ese momento de incertidumbre. La primera en responder sobresaltada es Ana, que debido al empentón empieza a gritar asustada y un tanto enfadada – “¡¿Qué pasa?!”. Gloria también abre el ojo ante las exclamaciones de Ana,pero el aturdimiento no le deja pronunciar palabra.
La luna, oculta hasta ese momento detrás de una espesa nube, deja descorrer su velo de claridad e ilustra, por unos momentos, el paraje que rodea a las chicas. Pero si terrible es la incertidumbre de no ver nada alrededor, más lo es cuando la imagen que se les presenta no les es en absoluto familiar. Ante ellas, como una inmensa mole, se encuentra un gran edificio parecido a un antiguo monasterio. A la izquierda un caserón,vestido con un señorial balcón, empuja hacia el cielo tres pequeños torreones tras los cuales se puede otear otra pequeña torre que parece pertenecer a una iglesia. Ana, emite un grito mudo de angustia, sus amigas, sobresaltadas, quieren conocer el origen de su desazón: -”Ana, ¿qué pasa?” pregunta Gloria que acababa de tragar su último bostezo. -”Chicas, no sé si es intuición mía, pero el edificio del fondo os juro que lo conozco de algo”.
Las dos amigas vuelven sus ojos nuevamente a ese extraño campanario. La fachada que lo sostiene tiene unas labores mudéjares y sobre el arco de entrada, apuntado, campea una escultura que les es imposible reconocer. El lúgubre tañido que había sobresaltado el sueño de María vuelve a sonar otra vez.
-“Ana, por lo que más quieras ¿donde estamos?, ¡estoy muerta de miedo!” pregunta Gloria.
-“chicas, quizá me equivoque, pero esa iglesia que vemos allí me ha parecido reconocerla en una fotografía antigua que me enseñó mi tío el otro día”,
-”¿¿qué??”, responde María incrédula.
-”Sí”, responde Ana, “puede que me confunda pero era la antigua parroquia de San Martín; a ver, no soy una apasionada de estos temas de historia y tal, pero me chocó. La veo un poco cambiada porque la instantánea que me enseñó no tenía campanario pero os juro que es muy parecida. ¡ Buf es que cuando habla mi tío desconecto mogollón!.”
-”¡Menuda ayuda!, ¡no me creo nada!. ¡No sé tías, igual nos han hecho una broma y nos han llevado a otro pueblo!”, responde María acongojada.
La campana suena más cerca, las tres amigas se vuelven aterrorizadas. Embocando la calle, junto a la misteriosa iglesia, un farol iluminado por una tímida vela hace su aparición, tras él un pendón y personas rezando extrañas frases en latín : “Mater amabilis”, “ora pro nobis” también, entre las oraciones, se dejan oír cantos “Pues tu poder nos enseña, lo que a tu ruego hace Dios…”.
María, de repente, emite un chillido de histeria, la extraña procesión en mitad de la penumbra parece haber hecho sobresaltar su ánimo por completo. No sabe de qué se trata toda esa broma pero no puede aguantar más. La misteriosa comitiva se detiene, las caras de sus asistentes se encuentran iluminadas por pequeñas candelas. El temblor de las llamas confieren a los rostros de los devotos, unas muecas terroríficas.
El grito de la joven aturde a los componentes de la procesión que se detienen sobresaltados: -“¿Quién sois humano o duende?”, se oye de repente en la oscuridad de la noche. Los rezos han cesado, el silencio es ahora el que marca el compás de esos angustiosos minutos. María se tapa la boca pero la verdad es que los colores “flúor” de su ropa no le ayuda a agazaparse demasiado. De repente los oscuros personajes de la comitiva empiezan a gritar “¡Vade retro!”, algunos de ellos, se agachan con violencia prestos a coger unas piedras del suelo para lanzárselas a las tres indefensas chicas que, sin pensarlo dos veces, se levantan corriendo para tomar la primera esquina que ven a su izquierda. El griterío descarga su ira y los mayores insultos contra las tres jóvenes y el gentío que las sigue no deja de santiguarse al verlas huir. Una de las piedras lanzadas por aquellos, alcanza de rebote a Gloria que, tras un grito desgarrador, ve como de su frente brota un reguero de sangre.
(Continuará)
(La procesión que aparece en el relato es el antiguo Rosario de la Aurora, que formado por gente humilde, salía de la iglesia de San Juan el Real de manera habitual. El adusto monasterio es el de Santa Clara, situado en la plaza del Fuerte. El caserón, el palacio de Quintilla, antiguo solar de los Pérez de Nueros en el número 1 de la calle de la Rúa. La parroquia mudéjar es la de San Martín, en la actual plaza de Primo de Rivera.)
Calatayud no es aburrido – capítulo I